Cuando dormimos estamos en contacto directo con la ropa de cama. Esto hace que la piel muerta y el sudor se acumulen en las fibras de las sábanas, propiciando así la aparición de grandes cantidades de ácaros. A esto hay que añadirle suciedad, como por ejemplo restos de cosméticos o polvo.
¿Cómo podemos estar seguros de que dormimos en una cama saludable y no en una fuente de ácaros y de posibles bacterias? Los expertos nos dan respuesta a esta pregunta.